Articulos de Islam-Ammiyasin

Blog sobre Islam y actualidad-politica.

Sunday, November 16, 2008

REFLEXIÓN DE UNA MUJER SOBRE DIRIGIR EL SALÂT

Yasmin Mogahed
Traducido del inglés por Omar Ribas

En este interesante artículo, la autora, musulmana estadounidense, se pregunta sobre el sentido del llamado “feminismo islámico” y los intentos de crear división entre los musulmanes por parte de un grupo organizado de los Estados Unidos conocido como “progressive Muslims”. Que Al-lah nos proteja de semejantes polémicas.

El 18 de marzo de 2005, Amina Wadud dirigió el primer salâtu l-ÿümu’a (oración colectiva de los viernes). Ese día las mujeres hicieron un gran paso para ser como los hombres.Pero, ¿estamos más cerca de realizar nuestra liberación concedida por Dios?No lo creo.

Lo que olvidamos a menudo es que Dios ha honrado a las mujeres dándoles su valor en relación con Dios –no en relación con los hombres. Pero como el feminismo occidental borra a Dios de la escena, no queda ningún modelo –excepto los hombres. Como resultado, la feminista occidental está forzada a encontrar su valor en relación al hombre. Y haciendo así ha aceptado una asunción defectuosa. Ha aceptado que el hombre es el modelo, y en consecuencia la mujer no podrá ser nunca un ser humano pleno hasta que sea como un hombre –el modelo. Cuando un hombre corta su cabello, ella quiere cortar el suyo. Cuando un hombre se alista en el ejército, ella quiere alistarse en el ejército. Quiere esas cosas por la sola razón que el “modelo” las tiene.Lo que no reconoce es que Dios dignifica tanto a las mujeres como a los hombres en su distinción –no en ser lo mismo. Y el 18 de marzo, las mujeres musulmanas hicieron el mismo error.

Durante 1400 años ha existido un consenso de los sabios en que los hombres son los que dirigen el salât. Como mujer musulmana, ¿por qué esto es así? Quien dirige el salât no es espiritualmente superior de ninguna manera. Una cosa no es mejor porque un hombre la haga. Y dirigir el salât no es mejor, sólo porque sea dirigir. Si este hubiera sido el papel de las mujeres, o hubiera sido mejor, ¿por qué el Profeta (sal-lal-lahu ‘aleihi wa sál-lam) no pidió a ‘Aisha o a Jadiÿa, o a Fátima –las mejores mujeres de todos los tiempos- dirigir el salât? A estas mujeres les fue prometido el Paraíso –y nunca dirigieron el salât.Pero ahora, por primera vez en 1400 años, miramos a un hombre dirigiendo el salât y pensamos, “no es justo”. Pensamos esto aunque Dios no haya dado ningún privilegio especial a la persona que dirige el salât. El imam no es más elevado a los ojos de Dios que el que hace el salât detrás.De otro lado, sólo una mujer puede ser una madre. Y Dios ha dado un privilegio especial a la madre.

El Profeta (sal-lal-lahu ‘aleihi wa sál-lam) nos enseñó que el Paraíso está a los pies de las madres. Por mucho que lo intente, un hombre jamás podrá ser madre. Entonces, ¿por qué no es injusto?Cuando fue preguntado por quien merecía el mejor trato, el Profeta (sal-lal-lahu ‘aleihi wa sál-lam) dijo “tu madre” tres veces antes de decir “tu padre” sólo una. ¿No es esto sexista? Cueste lo que cueste nunca un hombre alcanzar la posición de una madre.Y aún incluso cuando Dios nos honra con algo únicamente femenino, estamos demasiado ocupadas intentando encontrar nuestra dignidad en referencia a los hombres, valorarlo –o incluso reconocerlo. También hemos aceptado a los hombres como el modelo; por lo que cualquier cosa únicamente femenina es, por definición, inferior. Ser sensible es un insulto, ser madre –una degradación. En la batalla entre la racionalidad estoica (considerada masculina) y la compasión abnegada (considerada femenina), la racionalidad reina como suprema.

Tan pronto como aceptemos que todo lo que un hombre tiene y hace es mejor, todo lo que sigue es una reacción absurda: si los hombres lo tienen, lo queremos. Si los hombres hacen el salât en las primeras filas, consideramos que esto es mejor, así que queremos hacer el salât en las primeras filas. Si los hombres dirigen el salât, nosotras consideramos que el imam es más cercano a Dios, así que queremos dirigir el salât también. En algún lugar del razonamiento hemos aceptado la noción que tener una posición de liderazgo mundano es una indicación de la posición de uno con respecto a Dios.Una mujer musulmana no necesita degradarse de esta manera. Ella tiene a Dios como modelo. Tiene a Dios que le da valor; no necesita al hombre.

De hecho, en nuestra cruzada para seguir a los hombres, nosotras, en tanto que mujeres, nunca hemos parado ni un momento para examinar la posibilidad que lo que tenemos es mejor para nosotras. En algunos casos, incluso hemos dejado atrás lo que es más elevado sólo para ser como los hombres.Cincuenta años atrás, la sociedad nos dijo que los hombres eran superiores porque dejaban la casa para trabajar en las fábricas. Nosotras éramos madres. Y aún nos dijeron que era la liberación de las mujeres abandonar el cuidar cómo crecía otro ser humano para trabajar en una máquina. Aceptamos que trabajar en una fábrica era superior a tener cuidado del fundamento de la sociedad –sólo porque el hombre lo hacía.Luego, después de trabajar, se esperaba que fuéramos sobrehumanas –la madre perfecta, la esposa perfecta, la ama de casa perfecta- y tener la carrera perfecta. Y aunque no hay nada malo, por definición, en que una mujer tenga una carrera, pronto nos dimos cuenta que nos habíamos sacrificado para imitar ciegamente a los hombres. Vimos como nuestros hijos se convirtieron en extraños y pronto apreciamos el privilegio que habíamos abandonado. Y sólo ahora –dada la alternativa- las mujeres en Occidente están escogiendo quedarse en casa para cuidar de sus hijos.

De acuerdo con el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, sólo el 31% de las madres con bebés, y el 18% de las madres con dos o más hijos, están trabajando la jornada completa. Y de esas madres trabajadoras, en un estudio dirigido por Parenting Magazine en el año 2000, el 93% dijeron que preferirían estar en casa con sus niños, pero que estaban obligadas a trabajar debido a las “obligaciones financieras”. Esas “obligaciones” son impuestas a las mujeres por la identidad de géneros del Occidente moderno, y apartadas de las mujeres por la distinción de géneros del Islam.Ha costado a las mujeres en Occidente casi un siglo de experiencia para darse cuenta del privilegio concedido a las mujeres musulmanas hace 1400 años.

Dado mi privilegio como mujer, sólo me degrado si intento ser lo que no soy –y honestamente- no quiero ser: un hombre. Como mujeres, nunca alcanzaremos la verdadera liberación hasta que dejemos de intentar imitar a los hombres, y valoremos la belleza en nuestra distinción concedida por Dios.

Si se da a elegir entre la justicia estoica y la compasión, escojo la compasión. Y dada la elección entre el liderazgo mundano y el Paraíso a mis pies –escojo el Paraíso.

25/03/2005 – © Yasmin Mogahed